lunes, 11 de julio de 2011

Hoy me cansé de ser cangrejo. Me cansé de volver sobre mis pasos y de desandar el camino. Me cansé de jugar siempre al mismo juego al que al final siempre acabo perdiendo.


He tenido novios, grandes pasiones, amigos con derecho a roce. He luchado y he tirado la toalla, he desilusionado y me han desilusionado. He sido orgullosa y por mantener el silencio lo he mandado todo a freir espárragos. Pero también me he enamorado del amor y sus promesas, que resquebrajadas desde el inicio han acabado irremediablemente hechas añicos. Una promesa curó las heridas  de la otra y la otra secó las lágrimas de la una y al final ambas quisieron jugar al mismo juego, en el que yo, acababa siendo la pelota pinchada que queda en un rincón.

Hoy decidí que ninguna de esas dos promesas es para mí. Decidí dejar de ser cangrejo. Hoy seré como un caballo andaluz, orgulloso, de aspecto decidido, de los que a su paso apartan las olas caprichosas y dejan su huella firme en la arena. Hoy pisaré con garbo y jugaré con la espuma. 

Hoy me haré nuevas promesas, puede que se rompan, puede que me rompan a mi, o puede que simplemente sean mentirijillas disfrazadas, pero al menos, son nuevas. Se acabó lo de andar de espaldas, sin mirar por donde viene la ola, hoy he decidido que toca zambullirse de nuevo y encontrar un nuevo mar de peces de colores. 

Es hora de cambiar de historia, empezar una nueva novela y buscar nuevos caminos, pero esta vez cogeré una ruta desconocida, para perderme, sin saber por cuanto tiempo, quizás 40.000 miles away.

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