sábado, 17 de diciembre de 2011

Otra vez, lo he vuelto a hacer. ¿Cómo puedo ser tan estúpida? Caigo y vuelvo a caer en la misma piedra. Y admito que no me gusta hacer eso pero hay algo dentro de mí que me dice que lo haga. Efectivamente, hoy me he quedado otra vez mirando su foto y leyendo esas conversaciones que a estas alturas me sé de memoria. 
¿Es normal saberse 20 conversaciones con sus puntos y comas? Preguntármelo a mí. Veo su cara en las fotos, me miro al espejo y puedo notar que una sonrisa aparece tímidamente en mi rostro. ¡Para que luego digan que esas cosas solo ocurren en las películas! Pero esto es algo diferente, aquí  no hay princesas ni brujas malvadas que  siempre mueren.

En la vida real no hay un “y fueron felices y comieron perdices”. En la vida real no hay un “para siempre”.  Aunque hay veces que sentimos estar viviendo en un cuento y creemos que  todo nos sale bien. Pero hoy, al estar viendo otra vez esos ojos azules en la pantalla y ese cuerpo perfecto, me he dado cuenta de que  no hay que rendirse. Esa es la diferencia entre la vida y las películas. En el cine todo está escrito y dirigido por un director; cada escena tiene un final y no puedes tomar decisiones. En cambio en la vida real cada uno puede dejarse guiar por sus sentimientos, hacer lo que quiera  sin que nadie se lo impida, elegir el camino que quiera y tomar las decisiones que le apetezcan.  

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